lunes, 3 de enero de 2011

Transe Express: arte en el aire y al aire libre

Y arrancó Santiago a Mil... la compañía francesa "Transe Express" (http://www.transe-express.com) deleitó a la gente reunida en la Plaza de Armas con sus espectáculos "Hombre Móvil" y "Lluvia de Violines". El espectáculo fue gratuito y, por tanto, masivo. Fue al aire libre. Y fue literalmente "en" el aire: la performance ofrecía un espectáculo musical cuyos intérpretes (cantantes y músicos) pendían sobre su público, enganchados a una estructura movida por dos grúas enormes. Además, cada uno de los espectáculos incluía una acróbata que no contenta con estar a una altura altísima, jugaba en su trapecio como si nada... mejor aún, como si nada y al ritmo de la música.
Fue impresionante observar esa performance en el aire, sobre nuestras cabezas incluso, jugueteando quien dirigía el espectáculo con subir y bajar a los actores-músicos-acróbatas para acercarlos a su público. Pero además la intervención del espacio público que logró también merece admiración: fusionar la cotidianeidad de la Plaza de Armas con la performance transfiguró claramente el espacio común en un espacio "fuera" de lo común. Ya sea por la gente en la calle aguardando la llegada de los artistas, ya sea por la masividad habilitada por la gratuidad del evento, la calle estaba tomada y tomada por lo artístico y su disfrute. La performance irrumpía en el espacio cotidiano, transfigurando una plaza, pero también irrumpía en el tiempo cotidiano: todos los que estábamos en la plaza habíamos optado por "ir a ver el show", por permitir un momento diferente en los días siempre los mismos, para ir a ver algo "distinto". Creo que en ese acto de libertad ya comienza el placer, antes aún del espectáculo en sí mismo.
Pero no solo el espacio y el tiempo pierden su carácter común, también el pensamiento. Mirábamos con mis amigos a los artistas colgados sobre nosotros y pensábamos qué adrenalina maravillosa correría por sus venas... siempre me pasa eso: el hecho artístico me redunda en una curiosidad profunda acerca de una vida para el arte, qué sería dedicar mi vida al arte. Arte que, como todos sabemos, su propia definición es esquiva y misteriosa. Yo tiendo a pensarlo como un "otro" de mi cotidianeidad, idealizando quizás el quehacer del trabajador del arte - porque eso es lo interesante también, que esa gente estaba en ese momento de suspenso "trabajando", ejecutando su oficio, probablemente incluso ganándose su pan. Y me pregunto cómo será ganarse el pan por medio del arte. Me pregunto cómo será vivir de hacer eso que tiene claramente un fin en sí mismo, en el sentido de que todo ese esfuerzo, ese trabajo, esa técnica y práctica se consume ahí, en ese momento en que la performance se realiza. 
Mi idealización se reconoce inmediatamente como romántica e ingenua: el artista también hace una "carrera", como la hago yo en lo mío. El artista también se cansa de la rutina de su trabajo. De sus "jefes", de sus "compañeros". El artista también tiene que buscar un ascenso económico y jerárquico. Pero de todos modos el romanticismo se me reaparece en el envidiar el hacer algo con tanta expresión, tanta finalidad sin fin - porque ahí está la performance, la acción y el resultado todo en uno. La acróbata girando sobre su trapecio, moviendo el cuerpo entre el riesgo del aire y el ritmo de la música, realiza su "arte", lo hace y lo produce todo en el mismo momento. Pero en un momento que parece estirarse indefinidamente... y la miraba disfrutar de lo que hacía, ser toda ella su cuerpo y su movimiento, y nada más. Me fascina la imagen y me pregunto por su interior, por qué es lo que hay en esa escena, en esa actuación. Me pregunto si como yo la miro, idealizando la performance, ella se sentirá, o si estará simplemente "haciendo su trabajo". Tiendo a pensar que no (y entonces la sana envidia se reaviva), que en el terreno de lo artístico nunca se puede "solo estar haciendo el trabajo".
En realidad algún punto de comparación tengo con mis quehaceres de escritura laboral (no vacacional-placentera-libre, como este blog) y con mis años de estudio de piano... hay momentos de la escritura, como momentos de la interpretación de una pieza, que son puro perderse en el estar haciendo. Pero también la escritura necesitó estudio, técnica, práctica, esfuerzo, repetición, cansancio, hartazgo, disgusto, repetición de nuevo, y más estudio, y más esfuerzo (al igual que el piano). Pero dedicar la vida a colgar de un trapecio y bailar, no sé... hay algo extra ahí. Si está ahí o lo puse yo románticamente, lo seguiré pensando.
Un último comentario merece la orquesta juvenil de la comuna Puente Alto. Ese grupo de jóvenes músicos - en su mayoría adolescentes - acompañó la performance con entusiasmo. He aquí otro elemento feliz de la intervención del espacio público: no solo en lo que tiene de pública una plaza y una avenida principal, sino en lo que tuvo de "público" que este grupo de chicos pudiera mostrar lo que seguramente fue el resultado de muchos ensayos y mucha energía. Y no solo "mostrar" sin más, sino como inauguración de un respetado festival de teatro, frente a una cantidad inmensa de gente, en el centro de su país. Esto también es lo que del arte merece ser pensado y profundizado: su posibilidad democrática. Nadie borrará de la memoria de estos chicos y su directora la satisfacción absoluta de ser escuchados, aplaudidos, y reconocidos en una tarea tan costosa seguramente, y no solo en términos de esfuerzo, sino también de tiempo y recursos. Si para eso también estuvo la performance, para esa publicidad de la voluntad de arte de esos chicos, bienvenida sea!
Y lo digo pensando en particular en un comentario en la página de Facebook de Santiago a Mil, donde alguien se quejaba diciendo que le parecía muy buena la apertura pero que le molestó que cortaran las calles para hacerlo un día de semana porque había tenido que desviarse y (decía literalmente) "le dolían los pies". Es interesante pensar si no vale ofrecer un poco de dolor de pies para que un acontecimiento de estas características sea posible - y entre todas la características, a las que me refiero puntualmente son la gratuidad, la masividad, la publicidad y la democracia. Me pregunto si en la idea misma de lo que sea "democrático" no está incluido desde el vamos la apertura de más posibilidades a más gente - como la posibilidad no solo de presenciar un acontecimiento artístico sino la de ser parte del mismo, como la orquesta de Puente Alto. Me pregunto si no es parte del impulso igualitario de la democracia el que de vez en cuando la calle que es "común" para ser transitada sin problemas se vuelva "común", pero porque reúne a una comunidad en un momento de disfrute para todos. Quizás no sea tan costoso desviarse un poco, a la vuelta del trabajo, para dejar que otros disfruten de algo que quizás no les es accesible cotidianamente. Porque no se es comunidad solo para votar presidentes o protestar en plazas. También se es comunidad para disfrutar y para hacer posible, ampliar la posibilidad misma de un momento de disfrute - en una existencia común y rutinaria - a la mayor cantidad de gente posible. Creo que esto debe ser parte de lo que está en la intención de los organizadores de Santiago a Mil en lo que respecta a los eventos gratuitos que han planificado. Ese impulso democrático merece ser celebrado... y a los pies, agua fresca y listo.

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